Mártires de la lactancia

I'll stand by you - The Pretenders

Si me pidieran definir qué es el lujo para mi ahora mismo, seguramente no sería viajar en jet privado, ir a un resort exclusivo, vestir ropa de diseñador... no, seguramente lo definiría como poder usar mis dos brazos. Esto de cargar a Little Bebé todo el día me limita muchísimo para hacer cosas como comer, responder mails, pintarme las uñas, acomodar la casa... así que para mi hay una redefinición del lujo. Y a su vez es un privilegio tener a mi hija y poder disfrutar de ella excluyendo, claro está, cada vómito, caquita o pis que me haga encima. Escribí "mi hija" y todavía me parece tan raro que Little Bebé haya nacido de mí. Hasta me hace olvidar todo lo malo de estar embarazada y querer otro.

Pero el sólo hecho de pensar en la lactancia me saca todas las ganas. La Lactancia, así con mayúsculas porque es todo un tema. Me daba más miedo que el parto y eso que me abrieron en dos al mejor estilo Jack, el Destripador.

Desde que nació Little Bebé tomó como rehenes a mis tetas. El comienzo no fue fácil pero después de hablar con las fundamentalistas de la lactancia materna (matronas/puericultoras o como se digan) logré dejar de ser una mártir para convertirme en vaca lechera. ¡Pero qué difícil es! No sólo influye en la alimentación de ella, que parece una obra surrealista entender que mi cuerpo puede alimentar a una personita y hacerla crecer, sino también en la percepción que tiene Little Bebé sobre mi. Y ni hablar de detalles mínimos como la ropa. Es que no me había dado cuenta que mis vestiditos bonitos eran incompatibles con la lactancia. Bastante ya es andar mostrando tus tetis al mundo como para ir agregando más partes del cuerpo... Pero tampoco me había dado cuenta que mis tetas eran tan famosas como Messi! Ya en el hospital cuando nació Little Bebé conocí a su pediatra en tetas porque no me di cuenta que no tenía puesto ningún camisón. Después las matronas, enfermeras y todo el que pasaba por ahí. Cuando llegamos a casa, obviamente en tetas, así que mis vecinos encerrados en sus casas por la pandemia se deben haber hecho un festival con cada sujetador que me sacaba. Y ni hablar de dar la teta en la calle, en una plaza o en donde sea. Cuestión que mis tetis en cualquier momento firman autógrafos.

Y cuando las cosas se empezaron a complicar con la fama y la lactancia, quise destetarla. Estaba muy segura de la decisión pero en un segundo mi seguridad desapareció. ¿a dónde se fue?

En tres meses tuve mastitis, galactocele, perla de lactancia, el síndrome de Raynaud y dolores de todos los colores y tipo que ya eran muestra clara que para mi el tema estaba cerrado. Hasta una operación de urgencias me gané en la lotería maternal. Después de probar todos los tipos de agarre, chequear el teta-sutra y leer todo lo que tengo a mi alcance, citas médicas, consejos y demás decidimos decirle basta al tema con una huelga general de tetis. Pero claro, por un lado va la cabeza y por otro las hormonas. Una vez lleno el biberón, empezaron a caer las primeras lagrimitas. No le hice caso. Seguimos intentando meterlo en la boca. Los gritos llegaron a Portugal. Calmamos a Little Bebé. Más lagrimitas mías. Probamos diferentes biberones, técnicas, que le dé Mr C, que le dé yo, que le dé el vecino de la esquina... y nada. Mil replanteos en dos segundos: ¿estoy haciendo bien? ¿soy egoísta? ¿es realmente el fin de una etapa? ¿será el biberón correcto, la leche correcta y todo lo correcto para una hija correcta? Yo estaba segura de querer destetarla pero ¿a dónde se fue mi seguridad? necesito urgentemente que vuelva! No me imaginé que era tan fuerte este tema. ¿Puede ser posible que ella llore y yo también? ¿nos pasa a todas? El instinto maternal que hasta ahora no era tan preponderante, de repente me apareció todo junto. ¡Cómo lloré! Me arrepentí tanto de esa decisión tomada y sellada a fuego. No pude. Me fue imposible. Así que arrancamos la transición de la lactancia a algo mixto en pleno mar de lágrimas mías, de Little Bebé, de Mr C... Fue horrible. Y yo estaba segura de la decisión. No me lo vi venir.

El último pediatra que consulté me dio unas buenas sugerencias. Creo que puede funcionar y terminar con este dilema. De todas formas no conozco ningún nene de 10 años que tome teta, así que no hay apuro. Igual el tiempo sigue pasando y el biberón sigue sin gustarle pero al menos mi hija y mis tetis están saludables.

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