Me quiero tomar vacaciones de la maternidad. Soy honesta y admito que sí, que cada tanto quiero caerme en un vórtice espacio-temporal sin Little Nena ni Mr. C, ni teléfonos, ni guardería, ni responsabilidades, ni nada. No me gusta ser madre todo el día, todos los días. Y al mismo tiempo amo incondicionalmente a mi familia.
Pero no es todo el tiempo ni mucho menos. Son sólo pequeños ratitos que se sienten como pequeñas descargas eléctricas. Especialmente cuando Little Nena está pesada (por sueño, hambre, voló una mosca, lo que sea...) llega un momento en el que en mi interior algo estalla. Necesito pegar un grito que obviamente cayo, necesito dar un portazo que obviamente no doy. Necesito romper algo que... ah si, eso sí que lo hago pero porque soy torpe nomás. Necesito decir: "bueno, qué linda la visita. Yo me voy yendo, que pasen buena tarde". Pero obviamente no. La solución que encontré hasta el momento es respirar hondo, contar hasta 35694 en todos los idiomas que sé y buscar al padre. A veces funciona y a veces nos terminamos agobiando ambos.
Igual siempre se puede empeorar: si en esos momentos Mr. C me pregunta "¿qué comemos?" realmente me pongo más brava que una patata.
La comida nunca fue el centro de mi vida. Siempre estuvo en un segundo plano. Se come por subsistencia y punto. Pero desde que estoy con él y especialmente durante la pandemia, ambos competimos por ver quien encuentra la receta gourmet, sana y Little Nena-friendly más rica y original. Entonces la comida empezó a tener un protagonismo diferente en nuestras vidas. Sin embargo la pregunta "¿qué comemos?" me mata. Me hace entrar en cortocircuito. Cocino cuando quiero cocinar y cuando no tengo a la pequeña y hermosa criaturita de 21 meses pegada a mis pantalones gritando. Ese es el verdadero momento de disfrutar de cocinar. El resto es subsistencia.
Si a ese estado le sumamos otra pregunta que me hace cortocircuito, estalla todo: "¿dónde está el/la (agregue la cosa/cosito que quiera en este paréntesis pero sírvase de ejemplo la tijera, el pantalón verde, el unicornio de Little Nena o lo que sea)....?" pues no lo sé. E incluso sabiéndolo, que es el caso la mayoría de las veces porque las madres lo sabemos todo, me da igual si lo encuentra o no porque la prioridad es atender a Little Nena que está rompiendo todas las reservas de mi paciencia por cualquiera que sea su necesidad inminente o berrinche pre a2lescencia. Si encima tengo que planificar un lugar para pasar el finde, organizar que ropa este limpia y acordarme de comprar la pasta de dientes de unicornios y preparar las cosas para el día siguiente en la guardería, la carga mental se incrementa exactamente el 47%.
Así que decidí ser honesta conmigo misma y después manifestárselo humildemente al mundo en estas líneas: no, no me gusta ser madre todo el tiempo. Pero sí lo disfruto la mayoría del tiempo. ¡Hasta disfruto despertarme temprano al grito de "mamááááá"! Bueno, no tanto.
A pesar de todo esto, a veces pienso qué triste sería mi vida sin ellos. Y hasta se me escapan lagrimitas si me imagino que ellos podrían estar lejos, con alguna imposibilidad física o se mudan a otra galaxia.
La maternidad es un oxímoron constante: hermosa y agotadora, desbordante de amor y de miedo, llena de soledad y compañía, pero sea como sea que lo viva, siempre me retribuye felicidad. Y no, no lo digo como una justificación. Lo digo de verdad. Me da una satisfacción, orgullo y alegría que me ilumina hasta los momentos grises. Es una montaña rusa de un amor incondicional en un contexto caótico que se lleva puesto hasta a la mejor project manager del mundo mundial.
También reconozco que es una experiencia que no todo el mundo está preparado para vivir ni debería hacerlo. Y también entiendo que la edad me juega muy a favor (para algunas cosas) y un poco en contra para otras.
Lectores: si están pensando en ser ma-padres, no se apuren. Piénsenlo mucho porque es una prueba constante a los propios límites. Y sepan también que no todo es tan hermoso y genial como en las publicidades. También hay momentos de los otros. Pero el amor que genera es una de las experiencias más lindas que he vivido.