Imaginemos una mañana cualquiera en nuestra casa como un acto frenético de negociaciones continuas por absolutamente todo: desde cuándo salir de la cama, qué desayunar, la ropa, el pelo, las mochilas, quién lleva a qué niña, etc. que comienza a las 6.30am cuando nuestra despertadora humana menor pega el grito inaugural:"eeeetche" que quiere decir leche o lo que viene siendo lo mismo que "mamá deja ya de dormir que pareces una morsa, vamos, arriba que hay un rico y saludable desayuno que no se prepara solo y yo todavía no me sé vestir".
En ese tranquilo y armonioso contexto, Little Nena me dijo de la nada: "yo no quiero ser mamá" en un tono de voz que no daba lugar a dudas con sus ya 4 años. Eran las 7 am y se estaba preparando para ir a la escuela.Mi primera respuesta fue que no era obligatorio, que si esa era su elección que estaba bien y que tenía muchísimo tiempo por delante para cambiar de opinión varias veces.
Después me tomé un café y me despabilé un poco. Recién ahí le pregunté por qué. En ese momento Little Bebé se puso a gritar porque no quería la banana pelada porque ella ya es lo suficientemente grande como para que se la pele y se la ponga en la mano. A ver... ¡esos dos añitos no están llegando solos! Y mientras preparaba el desayuno para Little Nena también, ella me dijo que no quería que la corten para que salgan los bebés de la bolsita de adentro de la panza y que no quería dormir en el hospital sin sus muñecos Bishi y Bernabuts. Le conté de los partos vaginales y las cesáreas y que si quiere, también puede parir en la casa. La charla continuó con muchas preguntas muy interesantes todas.
Para ese entonces ya iba a vestirme y hacer varias cosas más en simultáneo para llegar a tiempo a dejar a ambas criaturas en sus correspondientes centros educativos pues la bimaternidad viene con un Master en logística. Y mientras tanto me quedé pensando en la imagen que debe tener de lo que son los partos, en los partos respetados, en la suerte que tuve, en el silencio de algunas amigas que contaron con cuentagotas los horrores de sus vivencias mucho tiempo después, en lo que significa la maternidad, en lo que significa engendrar a alguien en tu panza, en lo que significa querer ser madre sin poder serlo, en la cantidad de madres del corazón, en las personas que adoran a mis hijas... si, mi cabeza hizo una triple mortal en dos segundos. Era como un videoclip pasado a toda velocidad.
Mientras seguíamos haciendo cosas casi en piloto automático, yo la escuchaba y me removía por dentro. Finalmente me contó que no quería que nos muramos, que no quería que yo me muera, que tenía miedo de que su bebé no la quiera o que se destape de noche mientras duerme como le pasa a los muñecos que duermen con ella. Le conté lo que significa para mí ser mamá, lo que fueron los primeros días de maternidad y las emociones tan fuertes que vivimos en esos primeros encuentros con nuestros hijos, lo que lloramos, lo que callamos, lo que celebramos, lo que sentimos. Me terminó diciendo que quiere 10 hijos y que nos muramos llenas de arrugas y pelo blanco.
No pude disimular mis lágrimas en cada recuerdo de estos momentos tan emocionantes. No quise ocultarle mi felicidad. Somos humanos, sentimos cosas. Pero el tiempo es tirano, como en televisión. Así que después de toda esta charla siguió la pelea por los zapatos, peinarse, lavarse los dientes y por fin salir.